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miércoles, 2 de enero de 2013

14.- WORLD WAR Z - TROYA, MONTANA, ESTADOS UNIDOS


[Este vecindario es, según el anuncio, una “Nueva Comunidad para una Nueva Norteamérica.” Basado en el modelo de “Masada” israelí, desde la primera vez que uno lo ve, es claro que el vecindario fue construido con un solo objetivo en mente. Las casas están todas soportadas por zancos, tan altos que permiten una visión perfecta sobre la muralla de concreto reforzado de seis metros de alto. Una escalera retráctil es la única vía de acceso a cada casa, y pueden conectarse con las casas vecinas por medio de una pasarela igualmente retráctil. Los techos repletos de paneles solares, los pozos de agua cubiertos, los jardines sin obstáculos, las torres de vigilancia, y la gruesa puerta deslizante de acero, han convertido a Troya en un éxito según sus habitantes, tanto que sus constructores ya han recibido otros siete contratos similares a lo largo y ancho de los Estados Unidos. La diseñadora de Troya, arquitecta en jefe, y primera alcaldesa, es Mary Jo Miller.] 

Sí claro, estaba preocupada, preocupada por las cuotas del automóvil y el préstamo para el negocio de Tim. Estaba preocupada por la grieta que se estaba abriendo en los azulejos de la piscina y el nuevo filtro sin cloro que estaba dejando una leve capa de algas. Estaba preocupada por nuestro portafolio de acciones, aunque mi corredor me aseguraba que eran variaciones de inversionista novato, y que tendría más beneficios que con una de esas pensiones 401(k). Aiden necesitaba un profesor particular de matemáticas y Jenna necesitaba unas sandalias de Jamie Lynn Spears para el campamento con su equipo de fútbol. Los padres de Tim estaban pensando en ir a quedarse con nosotros en Navidad. Mi hermano estaba otra vez en rehabilitación. Finley tenía parásitos, uno de los peces tenía algún tipo de hongo creciéndole en el ojo izquierdo. Esas eran sólo algunas de mis preocupaciones. Tenía más que suficientes para mantenerme ocupada. 

¿No veía las noticias? 

Sí, por cinco minutos al día: asuntos locales, deportes, chismes de las celebridades. ¿Para qué me iba a deprimir viendo más televisión? Ya me sentía bastante mal cuando me subía a la báscula cada día. 

¿Y qué hay de las otras fuentes? ¿La radio? 

¿Cuándo iba al trabajo por la mañana? Esa era mi única hora de Zen. Después de dejar a los niños, escuchaba a [nombre omitido por motivos legales]. Sus chistes me ayudaban a pasar el rato. 

¿Y la Internet?

¿Qué hay con eso? Para mí, era sólo para comprar cosas; para Jenna, era una herramienta para hacer las tareas; para Tim, era… cosas que siempre juraba que no volvería a mirar. Las únicas noticias que yo veía eran las del recuadro en la página principal de AOL. 

En el trabajo, seguramente decían algo… 

Ah sí, al principio. Me daba un poco de miedo, era raro, “saben, me dijeron que en realidad no es rabia” y cosas por el estilo. Pero recuerde que con el primer invierno las cosas se calmaron, y de todas formas, era más divertido comentar el último episodio de Campamento de Celebridades Gordas o contar chismes sobre cualquiera que no estuviese en el comedor ese día. 

Una vez, en marzo o en abril, llegué al trabajo y ví que la señora Ruiz estaba desocupando su escritorio. Pensé que la habían despedido o transferido, usted sabe, las cosas que yo consideraba como peligros reales. Me dijo que era por “ellos,” así era como siempre les decía, “ellos” o “todo lo que está pasando.” Me dijo que su familia había vendido la casa y que habían comprado una cerca de Fort Yukon, en Alaska. Pensé que era la cosa más estúpida que había escuchado nunca, especialmente para alguien como Inés. Ella no era una de esas ignorantes, ella era una mexicana “limpia.” Siento haber usado ese término, pero así era como yo pensaba en ese entonces, esa era yo. 

¿Su esposo nunca se mostró preocupado? 

No, pero los niños sí, no verbalmente, ni conscientemente, eso creo. Jenna comenzó a pelear con otras niñas. Aiden nunca se iba a dormir a menos que las luces estuviesen encendidas. Detalles como esos. No creo que hubiesen estado expuestos a más información que Tim, o que yo, pero ellos no tenían las mismas distracciones que nos mantenían ocupados a los adultos. 

¿Y usted y su esposo qué hicieron? 

Zoloft y Ritalín SR para Aiden, y Aderal XR para Jenna. Funcionó por algún tiempo. Lo único que me molestaba era que nuestro seguro médico no las cubría, porque los niños ya estaban tomando Phalanx. 

¿Desde hacía cuanto tomaban Phalanx?

Desde que salió al mercado. Todos tomábamos Phalanx, “Una dosis de Phalanx, una dosis de tranquilidad.” Esa era nuestra manera de estar preparados… y Tim compró un arma. Todo el tiempo me prometía que me llevaría a la galería de tiro para enseñarme cómo dispararla. “El domingo,” decía siempre, “iremos este domingo.” Sabía que era mentira. Los domingos estaban reservados para su amante de cinco metros de largo y motor en V, le tenía más cariño que a nosotros. No me importaba. Nosotros teníamos nuestras pastillas, y al menos él sabía cómo disparar la Glock. Ya eran algo cotidiano, como las alarmas contra incendios o las bolsas de aire. Cosas en las que uno piensa sólo de vez en cuando, era siempre por…“por si acaso.” Además, en serio, había demasiadas cosas allá afuera para estar preocupados, todos los meses aparecía una enfermedad nueva. ¿Cómo se puede estar enterado de todas? ¿Cómo saber cuál era de verdad? 

¿Y ustedes cómo se dieron cuenta? 

Acababa de oscurecer. Había comenzado el partido. Tim estaba echado en el BarcaLounge con una Corona en la mano. Aiden estaba en el piso jugando con sus Ultimate Soldiers. Jenna estaba en su cuarto haciendo la tarea. Yo estaba descargando la secadora, así que no oí cuando Finley comenzó a ladrar. Bueno, quizá sí lo oí, pero nunca le prestaba mucha atención. Nuestra casa era la última de toda la urbanización, justo al pié de una colina. Vivíamos en una tranquila zona recién construida de North County cerca de San Diego. Todo el tiempo pasaba por allí algún conejo, o un venado, y cruzaban saltando por el jardín. Finley siempre estaba ladrándoles como loco. Creo que leí una nota que había pegado en la pared, recordándome que debía comprarle uno de esos collares de cidronela anti-ladridos. No recuerdo en qué momento comenzaron a ladrar todos los otros perros, o cuándo se activó la alarma de un auto calle abajo. Sólo reaccioné cuando escuché algo que me pareció como un disparo. Tim no había oído nada. Tenía el volumen demasiado alto. Yo le decía todo el tiempo que debía ir a que le revisaran los oídos, porque uno no puede pasar su juventud tocando en una banda de speed metal sin que… 

[suspira]

Aiden sí lo oyó. Me preguntó qué había sido. Estaba a punto de decirle que no sabía, cuando sus ojos se desorbitaron. Estaba mirando detrás de mí, a la puerta de vidrio que comunicaba con el patio de atrás. Giré justo en el momento en que se quebraba. 

Tenía como un metro sesenta, inclinado, con los hombros estrechos y una panza hinchada y blanda. No traía camiseta, y la carne gris verdosa estaba desgarrada y llena de huecos. Olía como a playa, a algas podridas y agua de mar. Aiden dio un salto y se ocultó detrás de mí. Tim ya se había levantado, y estaba entre nosotros y esa cosa. En menos de un segundo, todas las mentiras se habían desvanecido. Tim recorrió la sala con la mirada buscando un arma, y esa cosa lo agarró por la camisa. Cayeron sobre la alfombra, luchando. Me gritó diciéndome que fuera a la habitación, que buscara la pistola. Ya íbamos en el pasillo cuando escuchamos gritar a Jenna. Corrí hasta su cuarto y abrí la puerta. Otro, uno grande, yo diría que de uno noventa de altura, con hombros anchos y unos brazos enormes. Había roto la ventana y sostenía a Jenna del pelo. Ella gritaba “¡Mamimamimamimami!” 

¿Y usted qué hizo? 

Yo… no estoy muy segura. Cuando trato de recordarlo, todo pasa demasiado rápido. Lo agarré del cuello. Estaba tirando de Jenna, acercándola a su boca. Yo lo apreté fuerte y… tiré… Los niños dicen que le arranqué la cabeza, que me quedé con ella en la mano, con pedazos de piel y carne y otras cosas colgando de ella. No creo que eso sea posible. Quizá con la adrenalina… Creo que los niños le han agregado cosas a ese recuerdo con los años, convirtiéndome en una Mujer Hulk o algo así. Sé que logré liberar a Jenna. Eso lo recuerdo, y que un segundo después, Tim entró en la habitación con una mancha de baba negra y espesa sobre la camisa. Traía la pistola en una mano y la correa de Finley en la otra. Me entregó las llaves del auto y me dijo que metiera a los niños en el Suburban. Salió corriendo hacia al patio mientras nosotros íbamos hacia el garaje. Escuché un solo disparo después de encender el motor.

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