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miércoles, 2 de enero de 2013

16.- WORLD WAR Z - BASE AÉREA NACIONAL PARNELL: MEMPHIS, TENNESSEE, ESTADOS UNIDOS


[Gavin Blaire es el piloto de uno de los dirigibles de combate D-17 que componen el núcleo principal de la Patrulla Aérea Civil Norteamericana. Es un trabajo que le sienta bien. Antes piloteaba un dirigible publicitario de la Fujifilm.] 

Se extendían hasta el horizonte: sedanes, camiones, buses, casas rodantes, cualquier cosa que se pudiera conducir. Ví tractores, una mezcladora de cemento. En serio, incluso ví una plancha con un enorme cartel encima, un aviso de un “Club de Caballeros.” Un montón de gente iba sentada sobre él. Las personas iban montadas en cualquier cosa que podían, en los techos, en los compartimentos para equipaje. Me recordó las viejas fotografías de los trenes en India, con toda esa gente colgando de ellos como monos. 

Había un montón de basura a los lados del camino —maletas, cajas, y hasta pedazos de muebles caros. Había un piano de cola allí tirado, en serio, hecho pedazos como si lo hubiesen lanzado desde la parte de atrás de un camión. Había también muchos vehículos abandonados. Algunos habían sido arrastrados fuera de la carretera, otros habían sido desvalijados, otros estaban quemados. Vï a mucha gente que iba a pié, cruzando los campos o siguiendo la carretera. Algunos iban tocando en las ventanas de los autos, ofreciendo todo tipo de cosas. Algunas mujeres estaban ofreciéndose a los conductores, sin duda tratando de conseguir algo a cambio, quizá gasolina. Seguramente no estaban tratando de que las llevaran, porque a pié se movían más rápido que los autos. No tenía sentido, pero… 

[se estremece]

Un poco más atrás, a unos cincuenta kilómetros, el tráfico se movía un poco mejor. Uno pensaría que la gente estaría más tranquila. Pero no. Todos estaban haciendo señas con las luces, chocando con los autos que tenían en frente, y saliendo de ellos a pelear. Ví a algunas personas tiradas a un lado de la carretera, se movían muy poco o nada en absoluto. La gente pasaba corriendo a su lado, llevando cosas, llevando niños, o simplemente corriendo, todos en la misma dirección que los autos. Unos cuantos kilómetros más atrás ví la razón.

Las criaturas se movían como un enjambre entre los autos. Los conductores de los carriles exteriores trataban de adelantar por fuera del camino, quedándose atascados en el lodo, y atrapando a los de los carriles internos. La gente no podía abrir las puertas para huir. Los autos estaban demasiado cerca los unos de los otros. Ví a esas cosas metiendo la mano por las ventanas abiertas, sacando a las personas o metiéndose ellos. Muchos conductores estaban atrapados sin salida, con las puertas todavía cerradas y, asumo, con llave. Las ventanas seguían arriba, hechas de vidrio templado de seguridad. Los muertos no podían entrar, pero los vivos tampoco podían salir. Ví a algunas personas entrar en pánico, tratando de dispararles a través del parabrisas y destruyendo así la única protección que les quedaba. Estúpidos. Quizá habrían podido resistir unas cuantas horas más allí, e incluso haber tenido alguna oportunidad de escapar. Aunque quizá vieron que era imposible, y que esa era la salida más rápida. Había una jaula para ganado, remolcada por una camioneta que seguía atascada en uno de los carriles interiores. Se sacudía violentamente de un lado para el otro. Los caballos que llevaba todavía estaban adentro. 

El enjambre seguía avanzando por entre los autos, abriéndose paso literalmente a mordiscos por entre las filas inmóviles, con todos esos pobres diablos que intentaban escapar. Eso fue lo que más me impresionó, porque no iban a ninguna parte. Estaban en la Interestatal 80, un pedazo de carretera entre Lincoln y North Platte. Ambos lugares estaban completamente infestados, así como todos los pueblos que había en el medio. ¿Qué creían que estaban haciendo? ¿Quién había organizado aquel éxodo? ¿De hecho, alguien lo había organizado? ¿Acaso la gente vió una fila de autos y se unió sin preguntar? Traté de imaginarme cómo habría sido, estar allí con autos pegados adelante y atrás, con niños llorando, perros ladrando, sabiendo lo que venía sólo unos cuantos kilómetros atrás, y esperando, rezando, para que alguien en los autos de adelante supiera hacia dónde ir. 

¿Alguna vez escuchó de ese experimento que un periodista norteamericano hizo en Moscú en los 70s? Simplemente se paró frente a un edificio, ninguno en particular, sólo una puerta cualquiera. Muy pronto, alguien se paró a hacer fila tras él, luego una pareja, y cuando menos lo pensó, la cola le daba la vuelta a la esquina. Nadie preguntó para qué era aquella fila. Simplemente supusieron que era para algo que valía la pena. No sé si esa historia es cierta. Quizá es una leyenda urbana, o un mito de la guerra fría. ¿Quién sabe?

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