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miércoles, 2 de enero de 2013

61.- WORLD WAR Z - TAOS, NUEVO MÉXICO, ESTADOS UNIDOS

[Los filetes están casi listos. Arthur Sinclair voltea las tajadas de carne, y comienzan a silbar y a echar humo.] 

De todos los trabajos que he tenido, ser el policía del dinero ha sido el mejor. Cuando la nueva presidenta me pidió que retomara mi cargo como director de la Comisión de Comercio y Títulos Valores, estuve a punto de besarla frente a todo el mundo. Claro que sabía, lo mismo que en mis días con el DEstRe, que me dieron ese trabajo sólo porque nadie más quería hacerlo. Había tantos retos por delante, una gran parte del país seguía confiando en el intercambio. Hacer que la gente abandone el trueque, que vuelvan a confiar en el Dólar… no ha sido una tarea fácil. El Peso Cubano sigue siendo el rey, y la mayoría de nuestros ciudadanos más ricos todavía guardan su dinero en sus cuentas de La Habana. 

La solución del enorme problema de inflación es trabajo suficiente para varias administraciones. La gente recogió tanto dinero después de la guerra, en cajas abandonadas, casas, y hasta en los cadáveres. ¿Cómo diferenciar a los saqueadores de la gente que sí guardó sus dólares bien ganados, sobre todo cuando los títulos de propiedad son tan raros como el petróleo? Es por eso que ser el policía del dinero es el trabajo más importante que he tenido. Tenemos que encerrar a esos malditos que están impidiendo que la gente recupere la confianza en la economía de los Estados Unidos, y no sólo a los saqueadores de poca monta, sino también a los peces gordos, esos aprovechados que están comprando tierras y casas antes de que los sobrevivientes las reclamen, o haciendo lobby para cambiar las regulaciones sobre la comida y otros artículos de primera necesidad… y gente como ese hijo de puta de Breckinridge Scott, sí, el rey del Phalanx, oculto como una rata en su fortaleza de mierda en la Antártida. Él todavía no lo sabe, pero hemos estado negociando con Iván para que no le renueven el alquiler. Mucha gente por aquí quiere volver a verlo, sobre todo el Departamento de Impuestos.

[Sonríe y se frota las manos.] 

La confianza, esa es la gasolina que alimenta la maquinaria capitalista. Nuestra economía sólo puede funcionar si la gente cree en ella; como lo dijo Roosevelt, “Lo único que debemos temer, es al miedo mismo.” Mi padre escribió esa frase para él. Bueno, eso era lo que él decía. 

Las cosas ya comienzan a marchar, lentas pero seguras. Todos los días se abren algunas cuentas nuevas con bancos norteamericanos, se fundan algunas empresas privadas, y recuperamos algunos puntos en el Dow. Es como el clima. Con cada año, el verano se hace un poco más largo, y el cielo es un poco más azul. Las cosas están mejorando. Sólo espere y verá. 

[Mete la mano en una nevera portátil, y saca dos botellas marrones.] 

¿Cerveza de raíz?

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