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miércoles, 2 de enero de 2013

12.- WORLD WAR Z - ESTACIÓN VOSTOK: ANTÁRTIDA


[Antes de la guerra, este refugio era considerado el más remoto de toda la Tierra. Situado cerca del polo geomagnético sur del planeta, sobre la corteza de hielo de cuatro kilómetros de espesor del Lago Vostok, las temperaturas aquí han alcanzado un récord mundial de menos ochenta y cinco grados Celsius, y rara vez suben más allá de los menos veintidós. El frío extremo, y el hecho de que el transporte terrestre tarda más de un mes en llegar a la estación, fueron las razones que hicieron de Vostok un lugar tan atractivo para Breckinridge “Breck” Scott. 

Nos reunimos en “El Domo,” el vivero geodésico reforzado que obtiene su poder del generador geotérmico de la estación. Estas y muchas otras mejoras fueron implementadas por el mismo señor Scott cuando alquiló la estación del gobierno ruso. No ha salido de allí desde el Gran Pánico.] 

¿Usted sabe sobre economía? Hablo del gran capitalismo global de antes de la guerra. ¿Entiende cómo funcionaba? Yo no, y cualquiera que le diga que sí entiende, le está hablando mierda. No hay reglas, no hay absolutos científicos. Uno gana o pierde, como lanzando unos dados. La única regla que entendí alguna vez, la aprendí de un profesor de historia en Wharton, no de uno de economía. “El miedo,” decía, “el miedo es el producto más valiosos de todo el universo.” Eso me cambió la vida. “Sólo enciende la televisión,” decía el. “¿Qué ves? ¿Gente vendiéndote productos? No. Esa gente está vendiéndote el miedo de tener que vivir sin sus productos.” El maldito loco tenía razón. Miedo de envejecer, miedo a estar solo, miedo a la pobreza, miedo a fracasar. El miedo es la emoción más simple que tenemos. El miedo es primitivo. El miedo vende. Ese era mi lema: “El miedo vende.”

Cuando escuché por primera vez de la epidemia, cuando todavía la llamaban Rabia Africana, ví la mayor oportunidad de toda mi vida. Nunca voy a olvidar ese reportaje, la infección en Ciudad del Cabo, sólo diez minutos de reportaje real, y más de una hora de especulaciones sobre lo que pasaría si el virus llegaba a Norteamérica. Dios bendiga a la noticias. Estaba marcando un número telefónico apenas treinta segundos después. 

Me reuní con algunas de mis personas de confianza. Todos habían visto el reportaje. Yo fui el primero al que se le ocurrió una idea rentable: una vacuna, una vacuna contra la rabia. Gracias a Dios que la rabia no tiene cura. Con una cura, la gente la compraría sólo cuando creyesen que estaban infectados. ¡Pero una vacuna! ¡Eso es prevención! ¡La gente se la seguiría aplicando mientras existiese el miedo de que algo seguía todavía allá afuera! 

Teníamos muchos contactos en la industria biomédica, y muchos más en los laboratorios de Hill y Penn Avenue. Podríamos tener un prototipo en menos de un mes, y una propuesta escrita en sólo un par de días. Para cuando llegamos al hoyo dieciocho, todo eran apretones de manos y felicitaciones. 

¿Y qué harían con la FDA?

Por favor, ¿lo dice en serio? En ese entonces la FDA era una de las organizaciones más pobres y más mal administradas de todo el país. Creo que todavía estaban celebrando por haber sacado el colorante rojo No. 2 de los M&Ms. Además, estábamos en una de las administraciones más ventajosas para los negocios de toda la historia norteamericana. J. P. Morgan y John D. Rockefeller seguramente se estaban masturbando en sus tumbas pensando en el tipo ese de la Casa Blanca. Su gente ni siquiera se molestó en leer nuestro reporte de estimación de costos. Supongo que ya estaban buscando una cura milagrosa. Nos pasaron a través de la FDA en menos de dos meses. ¿Recuerda ese discurso del presi ante el Congreso, diciendo que ya había sido probada en Europa, y que lo único que la estaba demorando era nuestra “hinchada burocracia”? ¿Recuerda todo eso de que “la gente no necesita un buen gobierno, sino buena protección, y la necesitan ahora?” Jesucristo, creo que medio país se vino en los pantalones al escuchar eso. ¿Qué tanto subió su popularidad esa noche? ¿60%, 70%? ¡Yo sólo sé que nuestra OPV subió 389% en un solo día! ¡Trágate eso, Baidu punto com! 

¿Y ustedes no sabían si funcionaba? 

Sabíamos que funcionaba contra la rabia, y eso es lo que decían que era, sí, que era una cepa extraña de rabia de la selva. 

¿Quién dijo eso? 

Ya sabe, “ellos,” los de la ONU y… todos los demás. Así es como todo el mundo la llamaba, la “Rabia Africana.” 

¿Alguna vez la comprobaron en una víctima real? 

¿Por qué? La gente se hacía vacunar contra la gripe todo el tiempo, y nunca sabían si la vacuna era para la cepa correcta. ¿Por qué iba a ser diferente esta vez?

Pero el daño… 

¿Quién iba a pensar que llegaría tan lejos? Usted recuerda todas las alarmas por epidemias que había en ese entonces. Dios, uno pensaría que la Peste Negra barría el globo cada dos o tres meses… ébola, SARS, gripe aviar. ¿Sabe cuánta gente consiguió dinero con esas alarmas? Mierda, yo me gané mi primer millón de dólares vendiendo pastillas antirradiación falsas cuando todo el mundo tenía miedo a un bombardeo. 

Pero si alguien descubría… 

¿Descubría qué? Nunca le mentimos a nadie, ¿entiende? Nos dijeron que era una rabia, así que hicimos una vacuna contra la rabia. Dijimos que la habían probado en Europa, y las drogas en las que se basaba habían sido probadas todas en Europa. Técnicamente, no mentíamos. Técnicamente, no hicimos nada malo. 

Pero si alguien descubría que no se trataba de una rabia… 

¿Y quién iba a hacer el anuncio? ¿Los médicos? Nos aseguramos de que fuera un medicamento de prescripción, así que los médicos habrían quedado tan mal como nosotros. ¿Quién más? ¿La FDA que nos dio el visto bueno? ¿Los congresistas que votaron para su implementación? ¿El Ministerio de Salud? ¿La Casa Blanca? ¡Era un tiro seguro! Todos quedamos como héroes, todos hicimos buen dinero. Seis meses después de que el Phalanx salió al mercado, comenzaron a salir todas esas copias de marcas baratas, y todas se vendían igual de bien, así como todos los demás productos complementarios, como los purificadores de aire. 

Pero el virus no se contagiaba por el aire.

¡Eso no importaba! ¡Lo importante era que tenía la misma marca! “De los creadores de…” Todo lo que yo tenía que decir era que “puede prevenir algunas infecciones virales.” ¡Eso era todo! Ahora entiendo por qué es ilegal gritar “fuego” en un teatro. La gente no vá a decir “Hey, no huele a quemado, no hay ningún fuego,” no, la gente dice “¡Mierda, un incendio! ¡Corran!”

[Se ríe.] 

Conseguimos más dinero todavía con los purificadores de aire para el hogar y el auto; ¡El que más se vendió fue esa cosita que se ponía alrededor del cuello antes de subir a los aviones! No sé qué diablos era capaz de filtrar, pero se vendió. 

Las cosas iban tan bien, que comencé a crear todas estas empresas de fachada, ya sabe, con planes para construir fábricas en todo el país. Las acciones de esas se vendieron casi tan bien como las de la verdadera. Ya ni siquiera era por la ilusión de la seguridad, ¡era la ilusión de tener una ilusión de seguridad! ¿Recuerda cuando comenzaron los primeros casos en los Estados Unidos, ese tipo en Florida que dijo haber sido mordido, pero que sobrevivió gracias a que estaba tomando Phalanx? ¡Vaya! 

[Se pone de pié, e imita un movimiento de fornicación.] 

Que Dios bendiga a ese imbécil, quienquiera que sea. 

Pero no fue por el Phalanx. Su droga no hacía nada para proteger a la gente.

Los protegía de sus miedos. Eso era lo que yo vendía. Diablos, gracias al Phalanx, el sector de la biomedicina comenzó a recuperarse, lo cual, a su vez, puso en pié todo el sector financiero, y nos dio la impresión de una bonanza económica, ¡y eso le devolvió la confianza a los consumidores y estimuló la verdadera recuperación! ¿El Phalanx fue lo que acabó con la recesión! Yo… ¡Yo acabé con la recesión! 

¿Y luego? ¿Qué pasó cuando los contagios se agravaron y la prensa reveló que no existía un medicamento para evitarlo? 

¡Exactamente! Es a esa perra presumida a la que deberían fusilar, ¿cómo se llamaba? ¡Esa que dio la noticia por primera vez! ¡Mire lo que hizo! ¡Nos movió el piso a todos! ¡Ella fue la que inició el desastre! ¡Ella causó el Gran Pánico! 

¿Y usted no se hace responsable de nada? 

¿Por qué? ¿Por sacar un poco de dinero de todo el maldito asunto?… bueno, para nada. 

[Se ríe] 

Lo único que hice fue lo que se supone que todos deberíamos hacer. Perseguí mi sueño, y saqué mi tajada. Si quiere culpar a alguien, culpe a los que dijeron que era un brote de rabia, o a los que sabían que no era rabia pero igual nos dieron luz verde. Mierda, si quiere culpar a alguien, ¿por qué no empieza con todos esos corderos que entregaron sus verdes sin molestarse en preguntar primero? Yo no les apunté con una pistola a la cabeza. Ellos mismos hicieron su elección. Ellos son los malos, no yo. Yo nunca le hice daño a nadie, y si fueron tan estúpidos como para dejarse engañar por todo el mundo, pues sniff-jódanse-sniff. Claro que… 

Si existe el infierno… 

[se ríe mientras habla]

… No quiero ni pensar en cuántos de esos imbéciles están esperándome allá abajo. Sólo espero que no me pidan un reembolso.

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